Polémico cambio de nombre de un icono cultural en Washington
En un movimiento que ha avivado un intenso debate y desafíos legales, el presidente Donald Trump ha logrado añadir su nombre al prestigioso John F. Kennedy Center for the Performing Arts en Washington D.C. El edificio de mármol luce ahora la inscripción 'The Donald J. Trump and The John F. Kennedy Memorial Center for the Performing Arts' después de que los obreros colocaran las nuevas letras esta semana.
Votación de la junta en medio de controversia
La junta directiva del Kennedy Center, ahora dominada por leales a Trump después de que el presidente despidiera a miembros nombrados por Biden a principios de este año, aprobó el cambio de nombre. El portavoz de la Casa Blanca, Leavitt, defendió la decisión: 'El presidente Trump ha hecho un trabajo increíble este año para salvar el edificio, no solo en términos de reconstrucción, sino también en finanzas y reputación.' Sin embargo, la miembro demócrata de la junta, Joyce Beatty, cuestionó la naturaleza unánime de la votación y afirmó que su micrófono fue silenciado durante la reunión por teleconferencia.
Cuestiones legales y autoridad del Congreso
El cambio de nombre enfrenta importantes obstáculos legales. El Kennedy Center fue creado por el Congreso en 1964 mediante la Ley Pública 88-260 como un 'monumento viviente' al presidente John F. Kennedy. Expertos legales sostienen que solo el Congreso tiene la autoridad para cambiar el nombre de un monumento designado federalmente. El profesor de Derecho de Georgetown, David Super, declaró: 'No hay absolutamente ninguna manera de que puedan hacer esto legalmente sin la aprobación del Congreso.'
Ira de la familia Kennedy
Miembros de la familia Kennedy han expresado su furia por el cambio de nombre. Kerry Kennedy, sobrina de JFK, juró personalmente quitar el nombre de Trump del edificio. 'En tres años y un mes, tomaré un pico y arrancaré esas letras del edificio. Pero necesitaré a alguien que sostenga la escalera,' declaró. Otros familiares, incluidos Maria Shriver y Joe Kennedy III, también han condenado el movimiento.
Agenda cultural más amplia
El cambio de nombre del Kennedy Center representa parte de un esfuerzo más amplio de la administración Trump para reformar las instituciones culturales estadounidenses. A principios de este año, Trump nombró al leal de largo tiempo Richard Grenell como director interino del Kennedy Center y se nombró a sí mismo presidente. La administración también ha atacado iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) en agencias gubernamentales, etiquetándolas como 'demasiado woke'. Esto sigue a otros cambios de nombre controvertidos, incluido el renombramiento del Golfo de México como el 'Golfo de América'.
Renovaciones de la Casa Blanca y Paseo de la Fama Presidencial
Simultáneamente a la controversia del Kennedy Center, Trump ha emprendido extensas renovaciones en la Casa Blanca. El ala este está siendo demolida para construir un salón de baile de $400 millones. El interior de la Casa Blanca ahora presenta muchos más ornamentos dorados, y Trump ha instalado un 'Paseo de la Fama Presidencial'. La exhibición incluye retratos de todos los presidentes excepto Joe Biden, cuyo lugar muestra una foto de un autopen (pluma automática), una referencia a las afirmaciones de Trump de que Biden usaba un dispositivo de firma automática.
Implicaciones legales y políticas
El cambio de nombre del Kennedy Center plantea preguntas fundamentales sobre la autoridad presidencial versus el poder del Congreso. Aunque la administración Trump opera bajo una teoría del 'ejecutivo unitario' que otorga amplia autoridad presidencial, los estudiosos del derecho sostienen que las designaciones de monumentos requieren acción legislativa para modificarse. La controversia subraya cómo las instituciones culturales se han convertido en campos de batalla en los conflictos políticos continuos de Estados Unidos.
Mientras los desafíos legales aumentan y el debate público se intensifica, el destino del nombre del Kennedy Center permanece incierto. Lo que está claro es que esta controversia representa más que un simple cambio de nombre: refleja tensiones más profundas sobre el poder presidencial, la memoria histórica y el papel de las instituciones culturales en la democracia estadounidense.