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"Cuidado con dónde pisas," se escucha en la Iglesia St. Mary of the Assumption en Dolton, al sur de Chicago. La iglesia donde el Papa Leo XIV dio sus primeros pasos como monaguillo está en ruinas. Hay un agujero en el techo, la pintura está descascarada y el altar ha desaparecido. "Hemos pasado por una tormenta, esperamos poder arreglarlo ahora," dice el concejal Stanley Brown.
Hoy, Prevost, ahora Papa Leo XIV, será oficialmente investido. "Es el único Papa del que sé que no tiene una parroquia natal a la que regresar," lamenta Michael McGeoghegan, monaguillo en la iglesia cuando el joven Prevost también estaba allí. "Éramos solo un grupo de chicos, que quizás también probábamos un poco de vino del sacerdote en la sacristía," ríe.
En ese entonces, Dolton, predominantemente blanco, era un barrio seguro para una clase media mayoritariamente católica. Con el declive de la industria, la prosperidad desapareció y el desempleo y el crimen se dispararon. "Hubo altibajos," dice Brown sobre los tiroteos y el caos administrativo. "Ahora estamos en un buen camino."
El actual dueño de la casa familiar de Prevost inicialmente quería venderla, pero ahora hay mucho interés. "Tras el anuncio del nuevo Papa, recibí ocho ofertas de inmediato," dice el agente Steve Budzik. "El vendedor pensó que estaba bromeando. Es increíble, mejor que ganar la lotería."
Los residentes esperan que el pueblo se convierta en un destino de peregrinación, atrayendo a católicos de todo el mundo. "¿Hoteles, tal vez? Creo que la gente vendrá a ver este lugar," dice McGeoghegan. "Solo hay que arreglarlo un poco."
