
Los canadienses suelen tener sentimientos encontrados hacia su jefe de estado, que vive al otro lado del océano. Especialmente la población francófona preferiría deshacerse de la monarquía británica. Pero cuando el rey Carlos se dirija hoy al parlamento canadiense desde un trono de nogal decorado con hojas de arce doradas, habrá pocas disonancias. Se desplegarán alfombras rojas, y sonarán trompetas y salvas de artillería.
Por primera vez en años, la popularidad de la familia real británica está aumentando en Canadá. Esto no puede separarse del segundo mandato de Donald Trump. El presidente estadounidense ha desatado una ola de patriotismo canadiense, con efectos positivos para la familia real.
El rey Carlos ha enfatizado constantemente los estrechos lazos con Canadá y lo ha elogiado como un "país firme y compasivo". Su visita se interpreta como un rechazo sutil a los comentarios despectivos de Trump sobre Canadá, al que describió como el "estado 51 de Estados Unidos".